El Mal – Capítulo 9

El muchacho tiene la cara desencajada. Está todo demasiado oscuro, no puede ver cuáles son sus posibilidades de escapar, no ve todas las ramas de la copa y mucho menos los árboles de alrededor.

La niña, con cierta dificultad porque su pequeño cuerpo no sabe, va reptando tronco arriba poco a poco, sin dejar de mirar al muchacho que le grita, ¡vete!, intenta moverse un metro más lejos de ella, un centímetro más, ¡veteeee!, ¡fueraaaaa!

La niña llega por fin a la parte alta del tronco donde empiezan las ramas, si alarga el brazo puede agarrar por el tobillo al aterrado chaval. Y lo hace, alarga el brazo en un movimiento veloz y agarra la zapatilla. El muchacho patalea tanto como puede sin perder el equilibrio y jadea, gime de miedo. Entonces sucede algo inesperado, a la niña se le acaban las fuerzas e igual que le ocurre a los aparatos que se quedan sin batería, se apaga, los ojos se le vuelven blancos al voltearse hacia arriba dentro del párpado, pierde fuerza en los brazos y las piernas y cae hacia atrás árbol abajo.

Cuando la niña choca contra el suelo el ser que hay en su interior entiende que ha perdido el control que tenía sobre ella. Todo es oscuridad a su alrededor, ya no está abierta la ventana rectangular por la que miraba. Se vuelve hacia el interior de la niña, como buscando un pasadizo, una puerta, hace un esfuerzo incomprensible para un ser humano y escapa de ella.

El muchacho se ha quedado mudo durante los dos segundos que ha tardado la niña en volar hacia abajo camino del suelo. Cuando comprueba que no se mueve en absoluto grita de alegría, es una alegría de presa que ha escapado de su depredador, una alegría salvaje. Tiembla de puro miedo, de emociones incontrolables, le tiemblan los brazos y las piernas, comienza a sudar copiosamente. Entonces, cuando está buscando la mejor manera de bajar de allí siente una brisa suave en la nuca, diría que incluso oye una especie de gemido. Gira rápidamente la cabeza y lo que ve le deja de nuevo sin habla. Detrás de él hay un búho translúcido del tamaño de una maleta de viaje grande. Es demasiado grande para ser un búho de verdad, pero sobre todo es demasiado irreal para ser un búho de verdad. Emite una tenue luminosidad y puede ver a través de él algunas de las ramas del árbol. Huele a pelo quemado.