Investigadores

 

La sala circular tiene cincuenta metros de diámetro y un techo abovedado de doce metros de altura. Tanto el suelo como las paredes son de un material gris oscuro, de tacto suave, que amortigua las conversaciones de los veinte científicos que charlan entre ellos, mientras permanecen de pie esperando que comience la sesión.

Los científicos se encuentran delante de unos asientos organizados en dos matrices rectangulares, como si se hubieran levantado y caminado al frente, hacia una pantalla de cine inexistente. Los asientos están en el mismo centro de la sala circular, aislados como los bancos de una iglesia en el centro de una catedral.

La pared del fondo, tras la última fila de asientos, parece tan lisa como el resto de la sala, sin embargo, una puerta se abre y a través de ella entra otro científico que es al que todos estaban esperando para comenzar.

Se oyen unos murmullos de alegría y el sonido de roces de tejidos y pasos amortiguados que producen veinte personas al desplazarse unos metros y sentarse en sus asientos.

—Buenos días a todos —comenzó el científico jefe situado frente a los asientos, donde antes se encontraban de pie los demás—. Al igual que ustedes, he recibido el aviso del hallazgo hace sólo un momento. Para que conste en la grabación de la sesión, vamos a hacer un resumen de la situación y después conectaremos con el RUHB explorador.

Los científicos asintieron, ese era el procedimiento habitual. Las luces de la sala se amortiguaron hasta apagarse, a la vez que las paredes, el suelo y el techo abovedado se iluminaron hasta mostrar un paisaje desértico, montañoso, cubierto por un cielo azul en el que no se veía una nube. A todos los efectos era como si hubieran trasladado sus asientos a ese lugar. En el silencio de la sala podía oírse el viento que soplaba de vez en cuando.

—Día 172 del año 23 del siglo 30.007. Proyecto de investigación sobre el origen de la raza humana —dijo el científico jefe, y una tabla de datos relativos al proyecto apareció superpuesta a la imagen del desierto—. Según lo descubierto en los últimos años de investigación, la raza humana no se originó en el planeta Corona en el que nos encontramos, sino que proviene de otros dos planetas, Coside y Aliba. Sabemos a su vez que tampoco se originaron allí, sin embargo hasta ahora no hemos podido encontrar los planetas anteriores. En total tenemos pruebas de la existencia de humanos en Coside, Aliba y Corona durante los últimos tres millones de años. El proyecto ORIGEN ha enviado con éxito RUHB exploradores a planetas situados hasta un máximo de 120 años luz, pero por el momento ninguno de ellos ha encontrado trazas humanas. Hace escasamente dos clics* (*2 clics = 36 minutos) hemos recibido aviso del RUHB explorador que se encuentra en el tercer planeta de la estrella VV2708, a 40 años luz de Corona, indicando la presencia de formaciones rocosas regulares que podrían ser de procedencia humana. Para la coordinación instantánea con el RUHB estamos utilizando un módulo de partículas gemelas a las que no les afecta la limitación de la velocidad de la luz.

El RUHB que ha hecho el hallazgo lleva cargada la copia cerebral del doctor Mezago —y señaló la primera fila de asientos donde un investigador asintió dándose por aludido—, que es especialista en exogeología.

 

 

Lo que estos investigadores ignoraban es que el robot explorador RUHB estaba en el planeta que tres millones de años antes se había llamado la Tierra, en la actualidad completamente desértico, estéril y olvidado. Es más, lo que el RUHB había encontrado en su exploración eran los restos fosilizados de una minúscula parte de la que fue la biblioteca del Vaticano.

—Adelante RUHB, dinos que has encontrado —pidió el científico jefe—. Estamos todos en la sala de visualización.

—Hola, jefe —respondió el RUHB—, como podéis ver aquí hay una roca de unos dos metros de largo que tiene unas marcas geométricas. Son como rectángulos de distintos tamaños, unos junto a otros y manteniendo cierta alineación.

Los científicos miraron en silencio la roca, perfectamente visible en el soleado y desierto día azul. Intercambiaron en voz baja algunos comentarios.

—¿Qué crees que es, RUHB? —Preguntó el científico jefe.

—Esta roca ha sido movida hacia el exterior debido a la actividad volcánica. Las marcas rectangulares son, probablemente, el efecto de compresión y desplazamiento de los distintos materiales que han ido ascendiendo hasta alcanzar esta posición en la superficie.

—De acuerdo, RUHB —dijo el jefe científico—, toma unas muestras y volveremos a hablar en nuestra comunicación regular programada para dentro 500 clics.

Los científicos se levantaron, la imagen del desierto desapareció y la sala recuperó el tono gris que tenía al principio. Todos coincidían, con mayor o menor razón, en el análisis que había hecho el RUHB sobre la roca encontrada, lo cual no les restaba ni un ápice de interés al proyecto en curso para encontrar el origen del ser humano, o al menos el planeta anterior a los que ya se conocían.

El motivo por el que los científicos no supieron ver una estantería de libros en la roca encontrada era porque tras tres millones de años de existencia, los libros habían desaparecido hacía mucho tiempo.

Problema de ética

01.04.2011 22:34 26ºC

Tenemos una pecera. No es una metáfora, es de verdad, tenemos una pecera con dieciséis peces y uno de ellos le come a los otros las aletas. Con mis ojos de humano miro cómo los va incordiando a todos, los persigue un trecho, y en un último aleteo les da un bocadito donde puede. Es el pez más pequeño de la pecera.

La G. y yo nos sentamos de vez en cuando en el suelo delante de la pecera a mirarlos y nos da rabia ver que no los deja en paz. Creo que en algún sitio en internet pone que a ese pez le llaman el comecolas. La G. me decía ¿qué hacemos con él?, y yo le dije lo tiramos al váter y en paz. Taxativo. Problema de ética: ¿Debería matar a un pez porque creo que molesta a los otros peces?

Primero pensé que sí, que al carajo, pero después la G. lo sacó de la pecera grande y lo puso en una pecera pequeña que usamos para curar a los enfermos poniéndoles un poco de antibiótico en el agua. Entonces empecé a sentir lástima por él. Ya no me parecía tan buena idea tirarlo al váter.

Comencé este post hace unos días, pero sólo escribí dos líneas porque no me acababa de convencer lo que tenía que contar, en realidad se me venían conflictos más complicados a la cabeza. ¿Y si en vez de un pez fuera un ser humano?, y no tenía ganas de entrar en esa polémica. Así que hoy decidí dejar esas dos líneas guardadas para hacer algo con ellas en el futuro. Me levanté de la silla, fui a ver qué tal estaba el pez castigado y estaba muerto, pequeño y quieto en el fondo de piedrecitas.

He vuelto a la silla, he reabierto las dos líneas y he escrito este microhomenaje a un pequeño pez que no podía vivir sin tocarle los cojones a los demás.